racismo sistémico
- KALEENA SALES
- 28 ago 2023
- 5 Min. de lectura
TEXTO DE KALEENA SALES
Hace poco escuché a unas personas comentando la presentación que acababa de hacer una tercera-que pertenecía a una minoría-, y decían de ella que "no daba la talla". El comentario iba más allá de las típicas críticas que suelen oírse en estos casos y me afectó de una forma personal. Aunque yo no conocía a quien había dado la charla, compartíamos la misma identidad y procedencia. Quien había hecho el comentario consideraba que esa persona carecía de refinamiento y que no había sabido transmitir bien la información más relevante. El comentario era en parte justo, pues la presentación distaba mucho de haber sido perfecta. Pero ¿por qué las palabras "no da la talla" me perturbaron tanto? Se debía a que sospechaba que lo que había despertado una crítica tan virulenta era la identidad racial de la persona cuestionada. Otras habían cometido errores similares durante sus presentaciones, pero las críticas que habían recibido se habían ceñido exclusivamente al trabajo en sí, sin extenderse a su inteligencia personal o su potencial.
Esta clase de conductas fundadas en prejuicios raciales son microagresiones, y las personas negras y otras minorías están expuestas a ellas todos los días a lo largo y ancho de Estados Unidos y del mundo. La discriminación sistémica afecta a la forma en la que el profesorado se relaciona con el alumnado, al modo en que jueces y jurados determinan la culpabilidad o la inocencia de las personas a las que juzgan, a cómo evalúan los bancos la concesión de préstamos o a cómo calibra un policía la amenaza que supone alguien, entre otras muchas cosas. El racismo sistémico también se refleja en nuestra forma de entender el arte, el diseño y la cultura. Si queremos comprender estas cuestiones sistémicas tenemos que dejar de considerar los comportamientos racistas como hechos aislados y empezar a reconocer las conexiones y los fundamentos históricos del problema.
Mi hijo de cinco años tiene un mapa del mundo interactivo que muestra información sobre continentes y países. La mayoría de la información tiene que ver con la densidad de población, la masa terrestre y otros datos técnicos por el estilo. La excepción es Europa. Cuando se selecciona este continente, la voz grabada del dispositivo explica: "Europa fue la cuna de varios periodos históricos que tuvieron un profundo impacto en todo el mundo, como el Renacimiento y la Revolución Industrial". El relato que hace de Europa el centro de los logros intelectuales humanos es tan común que no solemos cuestionar la asunción implícita de que otros lugares del mundo carecen de importancia cultural. Es más, también significa asumir un estándar del éxito determinado por el dominio colonial ejercido en todo el globo, un dominio que invisibiliza una y otra vez otras contribuciones. Un proverbio africano reza: "Hasta que el león cuente su versión de la historia, el relato de la caza siempre glorificará al cazador".
Soy profesora de diseño y mis estudiantes son en su mayoría personas negras. Le doy muchas vueltas a la forma en la que los relatos históricos influyen en el modo en que ellos y ellas valoran sus propias capacidades y evalúan su posición dentro de esta industria. Gran parte de lo que ha configurado los programas docentes de diseño procede del mundo occidental, y movimientos como la Bauhaus, el constructivismo y el Estilo Tipográfico Internacional tienen un peso especial. Esta visión tan limitada obvia muchas contribuciones al mundo del diseño procedentes de otras partes del planeta y perpetúa la asunción de que el buen diseño tiene que derivar siempre de los mismos orígenes. ¿Hasta qué punto tiene el profesorado de diseño la responsabilidad de cuestionar este relato? Nuestra acción no debería limitarse únicamente a mencionar de tanto en tanto algún ejemplo de trabajos de grupos culturales o sociales infrarrepresentados. El objetivo no es negar las aportaciones occidentales, sino ampliar el espectro de lo que se trata en clase. La habitual exclusión de las prácticas de diseño desarrolladas por personas negras o no occidentales es parte de un sistema de discriminación más amplio que posiciona a la gente blanca en el estándar, y desplaza al resto hacia los márgenes. Esa es la razón por la que hay tanta gente que desconoce las contribuciones al diseño de los grupos sociales minoritarios, incluso de profesionales con carreras largas y sobresalientes.
La primera vez que oí hablar de los símbolos africanos adinkra fue en clase de Nina Lovelace, mi profesora de Historia del Arte en la Tennessee State University, una de las Escuelas y Universidades Históricamente Negras (HBCU por sus siglas en inglés), la institución en la que terminé mi grado y en la que ahora doy clase. La señora Lovelace era una profesora negra, menuda y de voz suave, una artista de talento y con una inteligencia extraordinaria. Su asignatura se centraba casi en exclusiva en el arte africano. Solía recordarnos que era prácticamente autodidacta en historia de África y se disculpaba por si no pronunciaba bien algún nombre o topónimo. Fue ella quien nos enseñó los símbolos adinkra y su hermoso diseño, así como el complejo significado que poseían para el pueblo akan de Ghana. Aunque no recuerdo los detalles de cada uno de los símbolos, aquellas clases magistrales me enseñaron una lección todavía más importante: que la inteligencia y la espiritualidad de los pueblos africanos ha dado lugar a una producción artística de gran valor y significado. La exclusión del arte no europeo como "lo Otro" crea barreras para quienes no desean someterse a la estrechez de las visiones culturales dominantes.
Si alguna vez existió en el diseño una antítesis del movimiento moderno representado por el Estilo Tipográfico Internacional, con sus líneas pulcras y su ensalzamiento de la lógica por encima de lo emocional- es la producción vibrante y audaz del colectivo artístico AfriCOBRA (African Commune of Bad Relevant Artists), que trabajó en Chicago en los años sesenta. Fundado por cinco artistas con el propósito de desarrollar un lenguaje visual basado en los aspectos positivos de la cultura negra, AfriCOBRA creó un marco que regía estilo y contenido. La propia existencia del grupo era un acto de insurgencia contra el racismo y la exclusión del mundo del arte. Los relatos únicos entrañan la mentira de que todas las personas compartimos los mismos valores o de que tenemos la misma concepción de lo que es el éxito. Eso alimenta la creencia de que los y las artistas de determinadas procedencias no merecen atención si se enfrentan a las normas culturales.
Cuestionar el racismo es fácil cuando este te golpea a cara descubierta. Pero el racismo sistémico es más difícil de combatir, pues permanece oculto y latente en nuestro día a día, camuflado bajo viejas costumbres y conductas rutinarias. Ese es el problema de los sistemas. Penetran de tal modo y con tanta profundidad en la sociedad que tenemos que sacudírnoslos con fuerza para poder librarnos de ellos.

SÍMBOLOS ADINKRA Diseñados a principios del siglo xx por el pueblo akan, oriundo de Costa de Marfil Y Ghana, muchos de ellos se sirven de la simetría radial o reflexiva para expresar profundos proverbios sobre la vida, la muerte, la sabiduría y la conducta humana.
FUENTES: parte de este ensayo está adaptado de Sales, Kaleena, AIGA Design Educators Community, "Beyond the Bauhaus: How a Chicago-Based Art Collective Defined Their Own Aesthetic", 14 de enero de 2020, en educators aiga.org/beyond-the- bauhaus-how-a-chicago-based-art-collective-defined-their-own-aesthetic/, y de "Beyond the Bauhaus: West African Adinkra Symbols", 6 de noviembre de 2019, en educators.aiga.org/beyond-the-bauhaus-west-african-adinkra-symbols/
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