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antirracismo

  • Foto del escritor: KALEENA SALES
    KALEENA SALES
  • 28 ago 2023
  • 4 Min. de lectura

TEXTO DE KALEENA SALES


En Estados Unidos ha empezado a emplearse en los últimos años el término BIPOC para referirse a las personas negras, indigenas y de color (en inglés black, Indigenous and people of color). Todas ellas comparten una violenta historia que habla de su opresión a manos de los primeros colonos blancos llegados a Norteamérica y el empleo del acrónimo BIPOC persigue el objetivo de garantizar que sus voces, a menudo excluidas, sean escuchadas. Dicho esto, para llevar a cabo una labor antirracista eficaz es importante reconocer las diferentes experiencias de las personas negras e indígenas. En este pequeño ensayo, analizo el racismo que han sufrido las personas negras en Estados Unidos, así como los efectos residuales que dejó la esclavitud.


Soy una diseñadora y profesora negra, y mis estudiantes también son en su mayoría personas negras. Desde esa situación, investigo formas con las que aprovechar mis competencias profesionales para defender la causa de las personas negras y sacar a la luz las injusticias. Al mismo tiempo, trabajo con mis estudiantes para alentarles a descubrir su propia voz. En una asignatura llamada "Las artes y la práctica social", les reto a encontrar maneras de concienciar sobre cuestiones sociales que les preocupan. Casi siempre eligen temas relacionados con la discriminación racial, la brutalidad policial y los sesgos. Como parte de una minoría que vive en un país atravesado por el racismo, resulta fácil sentir la urgencia de emplear nuestra voz para combatir los sistemas de opresión. Al hacerlo, descubrimos hasta qué punto nosotras mismas, como personas racializadas, hemos sido manipuladas para que terminemos creyendo una serie de ideas y mitos muy extendidos sobre nuestra inferioridad racial.


En su libro Cómo ser antirracista, Ibram X. Kendi explica que "uno solo puede dejar que las desigualdades raciales se mantengan, como racista, o enfrentarlas, como antirracista". Si esta generación alberga la esperanza de construir un futuro mejor y más justo, las personas tienen que trabajar para curar las heridas del pasado. Ser antirracista implica trabajar activamente contra el racismo sea cual sea la forma en que se presente en nuestras vidas. Este proceso requiere una reflexión continua y dejar el propio ego a un lado para ser capaz de aprender y emprender el camino hacia una sociedad más justa.


Unirse a la lucha. En tiempos de descontento social, las personas negras y sus aliadas han unido sus fuerzas: organizándose, manifestándose y defendiendo a las víctimas de la brutalidad policial, luchando contra la discriminación y reivindicando el fin del racismo. Con todo, si bien estos movimientos han tenido un gran impacto social y han logrado avances en algunas cuestiones, aún existen demasiadas personas con privilegios reacias a implicarse en la tarea de combatir el racismo sistémico. Para que el racismo florezca, debe nutrirse constantemente de la indiferencia de quienes ostentan posiciones de poder. Las personas que desean ser aliadas en esta lucha deben reconocer el poder y los privilegios que han heredado y estar dispuestas a cambiar los mismos sistemas que les dieron las ventajas de las que disfrutan. Se trata de una tarea difícil porque suele implicar la cesión de poder a cambio de equilibrio, lo que se traduce, por ejemplo, en escuchar en lugar de hablar, o en renunciar a ciertos espacios para dejar sitio a voces infrarrepresentadas. Cambiar las prácticas racistas precisa de análisis y acciones intencionales.


Descentrar la hegemonía blanca. Uno de los pilares de una sociedad supremacista blanca es que denota la piel blanca como el statu quo y, en consecuencia, trata a otros grupos étnicos como un subestándar. En una entrevista con el periódico The Guardian publicada en 1992, la escritora Toni Morrison afirmaba: "En este país, 'ser estadounidense' significa ser blanco. El resto tenemos que añadir otra palabra con un guión". Esta clase de blancocentrismo es tan habitual que suele pasar desapercibido y permanecer incuestionado. Un ejemplo de ello se produce cuando las empresas emplean el requisito "adecuación cultural" para contratar y despedir. Esta práctica excluye a todas aquellas personas que no comparten la personalidad y los intereses bendecidos por la cultura dominante (típicamente blanca y masculina) y suena inquietantemente parecida a las redes de contactos y enchufes de los varones blancos privilegiados que han estudiado en los mismos centros y frecuentado los mismos sitios, y que siempre dejan fuera a quienes consideran "los otros".


Evitar los gestos cosméticos. A medida que las cuestiones de inclusión y diversidad atraen más atención, muchas empresas e instituciones están buscando la manera de incrementar la representación de las minorías en sus plantillas. Si no se manejan con cuidado, estos enfoques cosméticos pueden resultar contraproducentes y terminar provocando que algunos empleados se sientan ignorados o instrumentalizados. Para evitar este tipo de comportamiento racista, tanto la gerencia como los y las colegas de trabajo deben tener en cuenta y dar el debido espacio al talento y las ideas de las personas negras y fomentar las iniciativas pro diversidad destinando a ellas tiempo y recursos.


Lidiar con los sesgos. Es inevitable que nuestras experiencias tengan una gran influencia en nuestro comportamiento y nuestras ideas, como la información que decidimos consumir, la forma en que nos han educado y unos relatos históricos plagados de inexactitudes y omisiones que refuerzan la ideología supremacista blanca. Los libros de texto estadounidenses conceden mucha más importancia a los triunfos de las personas estadounidenses blancas y ofrecen solo una pequeña selección de logros conseguidos por personas negras o de otras minorías. Todo ello, unido a las representaciones sesgadas de las personas racializadas en la televisión y el cine y la segregación de las comunidades según la raza y los ingresos, ha fomentado que mucha gente tenga prejuicios basados en ideas erróneas o incompletas. A veces, nuestros sesgos pueden parecer inocentes, o incluso divertidos. Dar por hecho que una mujer negra ha de tener una personalidad "descarada" o que una mujer latina le dará un toque de "sabor" a la oficina constituyen ejemplos de prejuicios raciales. Estos sesgos duelen, sin duda, pero otros casos de prejuicios raciales tienen consecuencias muy peligrosas, como, por ejemplo, asumir que un chaval negro con la capucha de la sudadera puesta trama algo malo. Para ser conscientes del bagaje propio, que llevamos siempre como si fuera una mochila, debemos aprender a evaluar nuestros pensamientos y a liberar nuestra mente de asunciones injustas y dañinas.


FUENTE: Kendi, Ibram X., Cómo ser antiracista, trad, de Cristina Lizarbe, Rayo Verde, Barcelona, 2020.


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